Cada fin
de semana me llega ese síndrome incontenible de esperarte. Esperar a que
aparezcas y me escribas porque me piensas, me extrañas o me quieres ver.
¿Y qué pasa si quisiera usar el último
cartucho? Una vez más intentarlo, ponerme mi ya desgastado chaleco antibalas y
salir por ti una vez más. ¿Y qué pasa si una vez más pierde el corazón?
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