Con 250$ en el
bolsillo emprendí mi aventura a Medellín. Vaya que ha sido una aventura.
Comprendí que amigo no necesariamente es con quien compartiste varios años de
estudios. La convivencia es la parte más difícil de una relación, bien sea
entre amigos o pareja.
El paisa, mis tan
carismáticos paisas. Gente de bien, de progreso. Me abrieron las puertas a su
querida tierra, me ayudaron y animaron a lo largo del camino. Como un buen
paisa, aprendí a comerciar mejor o como bien dicen a regatear. La amabilidad,
nobleza y carisma para mí son la base de todo paisa.
En mi cabeza quedará
grabado el ¡ay, marica!, el inestable pero delicioso clima del barrio La
Estrella, los niños en bici haciendo caballito, las parejas tomadas del brazo,
los incansables viejos verdes.
En Medellín aprendí
a vivir con poco y con muchas emociones dentro de mí. Muchos momentos en los
que me sentí en familia con gente que apenas comenzaba a conocer. Comprendí que
mientras más pienso en el poco dinero que tengo o el poco dinero que me queda,
más me agobiaba y menos disfrutaba. Comprendí que tenía que pensar en
abundancia antes que dejarme traicionar por mis pensamientos porque nunca,
nunca me faltó nada.
En estas tierras
lloré como nunca, extrañé a mi familia, mi hogar… Más es cierto que en estas
tierras me preparé para mi próxima aventura, me hice más fuerte, crecí
internamente y disfruté cada día en el que no me preocupé por el siguiente.
Eternamente
agradecida por haber emprendido esta aventura y de poder continuarla.
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