Señor, me despido de
usted. Me despido de ti con una amplia sonrisa. Fuiste sinónimo de cambios en mi día
a día.
Gracias a ti, tomé
riesgos, conocí gente inspiradora, hice cosas que jamás hubiese imaginado y que
al final del día las repetiría. Tomé un paso más allá de lo que se había vuelto
confortable para mí.
Contigo, me dejé ver
un poco más, me sumí en un estado de presencia y no me importó ser más
vulnerable ante aquellas personas que sé que sólo quieren lo mejor para mí. Reí
con todas las ganas, apreté mi barriga hasta quedarme sin aire.
Me quisiste tanto
que pusiste en mi camino gente de la que aprendí mucho, gente que me hizo reír
y llorar. Me diste todas las oportunidades de vivir experiencias nuevas que
como siempre, lograban lo que más me encanta, hincharme el corazón de alegría y
recordarme qué significa vivir.
Me hiciste ver que
no porque tengas tiempo conociendo a alguien significa que siguen siendo las
mismas personas, somos y estamos constantemente cambiando, y que, si no nos
permitimos dejar ver cómo el otro ha cambiado, acabamos conformándonos con
alguien que puede que ya no esté destinado a permanecer en nuestras vidas.
Me despido de ti con
un profundo sentimiento de agradecimiento, porque me ayudaste a seguir
creciendo y seguir queriéndome más y más. Me enseñaste a aceptar dejar ir lo que ya no tiene sitio en mi vida y dejar entrar aquello que es para mí.
Es un adiós, sí,
pero me quedo con tus enseñanzas de por vida.
Gracias por todo Señor 2015.
P.S.: Para entenderte, tuve que mirarte desde cerca y detallarte y así comprender todo lo que significaste.
P.S.: Para entenderte, tuve que mirarte desde cerca y detallarte y así comprender todo lo que significaste.
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