Después de una serie de eventos en los que unos dirían que fueron desafortunados y otros no tanto, he de decir que me siento completa. Tras haber estado tres meses fuera de mi zona de confort, de mi país, aprendí muchas cosas valiosas.
Cuando tuve el coraje de estar presente en cada momento, de observarme, descubrí la cantidad de reacciones que podemos tener cuando sentimos miedo, amor, rabia, felicidad.
Día a día damos las cosas por sentado. Como si la vida fuese a seguir el mismo curso para siempre o como si los cambios no fuesen a ser realmente demasiado impactantes. Pero hay que ver las cosas que pasan, cuando es tu turno por un cambio significativo en el que tienes que dejar tu casa.
- Primero; toda tu vida puede estar empacada en una sola maleta.
- Segundo; te das cuenta de cuánto necesitas a tu madre, padre o a quien siempre has acudido cuando necesitas un consejo o tienes un dolor de panza.
- Tercero; que no es lo mismo estar solo que en soledad. Podemos sentirnos acompañados estando solos y podemos sentirnos solos estando acompañados, la soledad es un sentimiento de vacío.
- Cuarto; para querer a otros primero debo quererme a mí.
- Quinto; aprendí sobre mí, que aún no me conozco ni probablemente termine de
conocerme completamente. Que si hay gente que te subestima es porque probablemente es lo que transmites, si tú te subestimas, ¿por qué no habría de hacerlo
otro?
- Sexto; atreverse vale la pena.
- Séptimo; lucir dura y directa no siempre te hace parecer más accesible.
- Octavo; nos lo han dicho millones de veces y yo lo repito una vez más, jamás nada es lo que parece.
- Noveno; que llevar un hogar no es para nada fácil, pero tampoco imposible. Todos aprendemos en el camino a que somos capaces de llevar uno, cada uno a su manera.
- Décimo; si nos desprendemos del "qué dirán" somos más capaces de lo que jamás imaginaríamos de adaptarnos a cualquier cosa.
- Undécimo; los niños, todos son de las cosas más maravillosas que hay en el mundo. Merecen respeto y apreciación. Muchas veces tienen las cosas más claras de lo que lo puede tener un adulto. No están con rodeos y tienen soluciones a situaciones, las cuales un cerebro amaestrado de un adulto no las vería. Verlos reír y aprender es gratificante. Se aprende más de ellos que de las enciclopedias.
- Duodécimo; hace falta que nos detengamos en cada ciudad a admirar no solo tu estructura metálica sino también su estructura natural. Admirar la forma en que incide el sol a las tres de la tarde, las diferencia que hay entre las hojas de los árboles y cómo cambia la sensación al tocar un tronco de uno y el de otro.
- Décimotercero; que el único camino es hacia adelante.
Por todas estas cosas y muchas otras (que si sigo no terminaría) soy capaz de decir que me siento completa, llena. Que me siento mucho más cómoda en mi propia piel. Y que finalmente, siento que estoy presente.
¡Agradezco por esto a lo que llaman vida!
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